Aleinad Mina
Más si todo es necesario, ¿qué puedo disponer de mis actos? El pensamiento y la creencia son un gran peso que gravita sobre ti junto a los demás pesos y más que ellos. ¿Dices que la alimentación, el lugar, el aire, la sociedad te transforman y condicionan? Pues bien, tus creencias lo hacen aún en mayor medida, pues te condicionan para escoger la clase de alimentos, el lugar, el aire, la sociedad. Si logras incorporar el pensamiento de los pensamientos, éste te transformará. La pregunta ante todo lo que te dispongas a hacer: “¿es esto de tal modo que quisiera hacerlo infinidad de veces?” es el peso más pesado>> (Nietzsche. F, KSA,IX,II [143]).
Nietzsche propuso distintas ficciones para crear acciones éticas —Una ética que construye nuestro propio destino con hábitos deliberados que modelan nuestro carácter, y la manera cómo habitamos el mundo— y asumir nuestra vida como si fuera una gran obra de arte. La noción del eterno retorno es bella, poderosa, nos permite concebir la fuerza transformadora que se gesta en el instante.
Si un demonio nos revela que la vida tal como la hemos vivido habrá de repetirse infinitamente, el peso está no en saber tal hipótesis sino en saber elegir ¿quieres repetir este instante infinidad de veces? El instante se constituye como las posibilidades latentes de un futuro retorno, que aunado a una fuerza afirmativa nos hace crear o padecer el mundo, para toda la eternidad ¿Volverías a invertir tu tiempo en estas letras que forjan lo inevitable?
La superficie del eterno retorno rompe con la cronología lineal del tiempo y —aunque un poco rebuscado— sintoniza con las sabidurías ancestrales del tiempo cíclico. La superficie de esta ficción es bella, cada que experimentamos una circunstancia se siente el magnetismo de la idea, no te quedas inmóvil, dicho de otro modo: sonríes al estar en el sitio al que volverás eternamente o cambias el eje de ese momento sin ningún miramiento.
En la profundidad de esta ficción se encuentra la fuerza transformadora, el vigor de su vitalidad. Es una tensión puesta en la determinación y en la contingencia de la circunstancia, en la que este instante no atiende ningún principio metafísico a priori o externo al individuo, sino que aparece como una posibilidad de erotizar la vida. Es pues, una determinación contingente que posee un instante abierto, novedoso, semifugaz. Esta raíz nos coloca en el terreno de decisiones que resignifican las circunstancias. Al afirmar la fuerza transformadora del instante se despliega un modo determinado de existencia.
Así nuestra actividad modificará el presente, un presente que retornará, pero ya siendo metamorfosis, esto es, que la fuerza que impera en la voluntad de poder modelará nuestra acción para que se repita no como una actividad de inercia sino desde lo que queremos que acontezca. Claro que, sin reducir tal ficción al capricho de querer controlar el mundo, la propuesta es saber fluir el instante. Amar las luces, sombras y toda la gama de tonalidades que tiene la vida, resignificar la circunstancia, mirar distinto, elegir si queremos disfrutar o padecer cada momento. La vida es la continuidad de todos esos instantes y dichoso es quien tiene el poder de configurar su mundo.
Haciendo diálogo con la pregunta inicial, respecto de algo muy elemental como es el tema de la alimentación y pensando en el problema ambiental que amenaza a la Tierra, sé que lo que comemos puede contribuir o no al impacto ambiental. La industria ganadera es altamente tóxica, es una de las que más propician gases del efecto invernadero, entre otros desastres ecológicos, así que elijo tener un consumo responsable y mis hábitos alimenticios se regulan a partir de pensar el peso que tendría si todos los días como carne. Aunque quizá la catástrofe ambiental es irreversible, me sentiré dichosa si conservo para mi este bien, esa es mi fuerza afirmativa, que al ser una acción deliberada el fin está puesto en la acción y no en el objetivo.