Cualquier cosa a la que temas no tiene poder.
Es tu miedo el que tiene el poder.
Oprah Winfrey
Víctor Sánchez Baños
A través de la historia, pocos presidentes en el país han logrado la obediencia ciega de sus compañeros de partido como Andrés Manuel López Obrador ha logrado de sus correligionarios de Morena.
Ni Benito Juárez, ni Porfirio Díaz, ni Lázaro Cárdenas, ni Plutarco Elías Calles, ni Luis Echeverría, ni Carlos Salinas, y mucho menos todos los demás. Sólo AMLO ha logrado imponer un clima de terror entre sus cercanos colaboradores y, en especial, en los legisladores.
No se dio cuenta al principio de sexenio. Fue hasta este año. No había medido su influencia, hasta que apreció la disciplina de los socialistas al politburó. Si se portan bien, tienen beneficios superiores al resto de la población.
En la Cámara de Diputados llegó Ignacio Mier al liderazgo de la Jucopo. El poblano que mediante dos instrumentos controla a sus subalternos (en teoría deberían ser pares): los “extras” a las dietas que llegan a sumar hasta el triple o más de su salario y, en especial, “la orden viene de arriba”.
Todo ello, nos lleva a ver un Poder Legislativo sumiso al Ejecutivo Federal. Por ello, no se atreven a mover una “coma” a los proyectos que les envían desde Palacio Nacional.
Obviamente, la sumisión de poderes provoca un desequilibrio, donde la democracia muere.
El absolutismo se daba en la concentración de todo el poder en el rey, sin control o sometimiento de nadie. En los tiempos modernos, es un régimen totalitario que se implantó en países como la antigua Unión Soviética, o en la China maoísta. El control lo impone un partido político que impone a la sociedad una ideología que incursiona en todo. Incluso en las alcobas.
Nadie debe tener el poder absoluto, ni total. Por el bien del país entero.
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