Ya que se ha disipado un poco el humo de las doraditas (en un principio confundidas con tlayudas por los conservadores y medios neoliberales), podemos hablar de cómo va el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) a casi un mes de su inauguración y puesta en operación. Recordemos que la principal razón para construir un nuevo aeropuerto era aliviar la alta saturación aérea de la Zona Metropolitana del Valle de México, ¿Qué tal va el AIFA en cumplir con esta función?  

De acuerdo con un análisis de datos publicado por el investigador Sebastián Garrido de Sierra, durante sus dos primeras semanas el AIFA ha operado el 0.5% de los 900 a 1100 vuelos comerciales que diariamente se registran en el Valle de México, mientras que el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) sigue atendiendo más del 96% de las operaciones diarias, como ya sucedía desde antes de que existiera el nuevo aeropuerto… vaya alivio para el “Benito Juárez”.  

Por otra parte, con un promedio de 12 vuelos al día, el lento despegue del “Felipe Ángeles” sigue muy lejos de cumplir con las expectativas de su director general, el general Isidoro Pastor Román, quien planteó como meta atender a 2.4 millones de pasajeros en el primer año, para lo cual se necesitarían 60 operaciones diarias (ya ni hablar de la gran ilusión del presidente de Morena, Mario Delgado, que dijo que en el primer año se esperaban 19.5 millones de pasajeros).  

Queda claro entonces que el objetivo de colocar al AIFA como una alternativa al AICM va mal, tan mal que ni el propio presidente López Obrador (el principal ideario del proyecto) lo ha utilizado y eso que ha realizado giras y viajes cada semana —con destinos que cubre el AIFA, como su vuelo a Villahermosa la semana pasada y su viaje a Quintana Roo en la primera semana de abril para supervisar las obras del Tren Maya— 

El poeta inglés Percy Shelley nos habla de haber conocido a un viajero de una tierra antigua que en sus viajes vio, entre las arenas del desierto, las colosales ruinas de una estatua de Ozymandias, rey de reyes, que con soberbia y desdén presumía la magnificencia de sus obras. Siglos después: “Nada queda a su lado”. Esperemos que la estatua del general Felipe Ángeles, tan celebrada y altamente saludada en estos días, no comparta aquel destino solitario entre los remolinos de polvo de las tolvaneras.