Aleinad Mina 

René François Ghislain Magritte fue un pensador de imágenes, de ingenioso pensamiento artístico que trazó un estilo propio, aunque popularmente se le relaciona ceñido al movimiento surrealista pero su libertad no se encasilla a un estilo definible y unívoco, es ambiguo. 

Magritte fue un artista belga del siglo XX que se relaciona con el surrealismo, aunque es una categoría inadecuada para situar su propuesta artística. A diferencia del surrealismo su obra hace una metafísica de la realidad, es una pintura compleja, reflexiva más que automática, y paradójicamente, el mismo artista expresa que su obra carece de un sentido último.  

Sin embargo, su famoso cuadro La traición de las imágenes (1929) que muestra la representación de una pipa con una leyenda “esto no es una pipa”, aquí Magritte afirma que <<La famosa pipa. ¡Cómo me reprochó la gente por ello! Y, sin embargo, ¿podría usted rellenarla? No, claro, es una mera representación. Si hubiera escrito en el cuadro «Esto es una pipa», ¡habría estado mintiendo!>>, de manera evidente nos muestra que detrás de la simplicidad de ese cuadro hay un campo que da apertura a la reflexión. No es la única obra en la que el artista abre ese mundo de posibilidades reflexivas.  

Nos interesa entretejer la imagen sugerente que nos entrega Magritte en sus obras justo cómo un artificio que rebasa los límites del arte y se dona como un laberinto para reflexionar sobre la realidad. Aunque claro que sólo es un ángulo pequeño para acercarse a la obra de Magritte, que no pretende ni siquiera sondear la superficie de la obra del artista belga.  

De hecho, él mismo asume la posibilidad de explorar las ideas expresadas en imágenes, piensa por ejemplo que <<El poeta que escribe, piensa con palabras familiares, el poeta que pinta piensa con figuras familiares de lo visible. La escritura es una descripción invisible del pensamiento, y la pintura es la descripción de lo visible>>, sólo que eso visible en el mundo de Magritte jamás se deja apresar totalmente. Es una percepción deformada de la realidad hecha por el sujeto, desobedece la captura total y conserva el misterio de la imagen como intención latente en su obra.  

Lo vemos, por ejemplo, con El hijo del hombre (1964) una de las obras más famosas del pintor que representa un hombre de traje con una manzana en el rostro lo que hace imposible acercarse a identificar la persona, y así hay una serie de cuadros que describen una realidad parcialmente visible. De ahí que formemos paradojas con su obra puesto que, además, sabido es, que no tenía intención de que sus cuadros significaran algo, eran sólo misterio. Un juego entre el misterio y la curiosidad estimulante que nos incita a descubrir qué hay detrás de una pintura de Magritte. 

Se configura un lenguaje poético que versa sobre la realidad, la perspectiva de la subjetividad, la imagen como figura retórica y la idea que se refleja proyectándose en esta, son sus tópicos más comunes. Aquí el juego con el espectador es imprescindible, el espectador se deja seducir por el misterio de la imagen, quiere ver qué hay detrás de ese misterio sugerente, incompleto, incomprensible, azaroso, caótico y ordenado, tal como la realidad misma, la obra adquiere construcción del significado por parte del espectador.  

Es un juego artístico en el que, de manera paralela a los fenómenos de la realidad, según Magritte, <<Todo lo que vemos esconde otra cosa, siempre queremos ver lo que está escondido detrás de lo que vemos>>. Su obra poética es un tónico para desplegar una reflexión sobre tópicos paradójicos que recrean mundos infinitos.