Nos estamos quedando solos y este puede ser el inicio del fin de la humanidad. Como especie y habitantes del planeta Tierra estamos viviendo la sexta extinción masiva, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund WWF). De 1970 a la fecha ha disminuido en un 69% la población de aves, mamíferos, peces, reptiles y anfibios. La temperatura promedio de los océanos alcanzó su récord desde que se lleva registro, hace 40 años. Dicho aumento modifica la vida marina, aniquila a algunas especies, desplaza a otras e incrementa la probabilidad de que se generen fenómenos meteorológicos extremos. En 2020, a pesar del confinamiento por la pandemia se registró la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera más alta en 800 mil años, resultado de la sobreexplotación de los combustibles fósiles. En caso de que no tomemos conciencia de nuestros actos y sigamos sin cambiar la forma en que vivimos, vamos a destruir la Tierra.

Por increíble que parezca los seres humanos hemos acabado con lo que amamos sin el menor reparo. Olvidamos aquello que dijo Ortega y Gasset “vivir es convivir”. Sólo la compasión y una evolución del pensamiento podrá salvarnos. Dejar atrás el sentimiento de superioridad, para poder reintegrarnos a la naturaleza. Recordar lo que practican las culturas milenarias como la autora del siguiente proverbio: «La tierra no es herencia de nuestros padres sino préstamo de nuestros hijos».

Este nuevo estado de conciencia tiene que llevar a un movimiento que derribe al capitalismo, que como sistema económico y social en el siglo XXI nos está llevando a la destrucción. Por primera vez en la historia, producimos más alimentos de los que la población mundial necesita. Sin embargo, no hemos logrado erradicar el hambre por la inequitativa distribución de la riqueza que hay y por las desigualdades sociales. Esta forma de vida lucra con la sed de millones de personas. Los países desarrollados consumen el 80% del agua potable del mundo. Es momento de unirnos en un solo frente por el bienestar común. Dejar de consumir indiscriminadamente, presionar a los gobiernos para que cumplan con las legislaciones medioambientales y empezar a pensar de acuerdo a la compatibilidad con la biosfera, por mencionar algunas tareas. Si damos este paso juntos, podremos evitar que la temperatura del planeta suba entre tres y cinco grados centígrados en el 2050, lo cual ayudará a todas las especies del planeta y esto nos alejaría del desastre.

Es tiempo de cambiar o de aceptar el fin y con ello la desaparición de los animales, tal como lo plantea John Berger «Ahora que se han ido / echamos de menos su resistencia. / Diferentes del árbol / del río o de la nube / los animales tenían ojos / y en su mirada / veíamos permanencia». ¿Alguien nos extrañaría a nosotros?