Luis Mena Pantoja
Hace poco más de un año, el 11 de marzo de 2020, la Organización Mundial de la Salud declaró que el Covid-19 era una pandemia. Unos días después, el 23 de marzo, dio inició la Jornada Nacional de Sana Distancia, con lo que comenzó oficialmente una larga cuarentena en México.
En este contexto, es fundamental reflexionar acerca del mundo en que viviremos una vez que termine la pandemia. ¿Cómo será la vida una vez que pase la emergencia sanitaria?, ¿en algún momento volveremos a la anterior normalidad o estamos ante el inicio de una nueva época, con una nueva normalidad y una realidad diferente a la que vivíamos hasta febrero de 2020?
Lo más probable es que el SARS-CoV-2 se convierta en un virus endémico y no desaparezca nunca, como ocurrió con el VIH, por lo que debemos aprender a convivir con este virus, que es altamente contagioso.
En los campos de la ciencia, la medicina y la filosofía existe actualmente un debate sobre el mundo que viene. Hay consenso en que son múltiples los aspectos sociales que habrá que reconstruir. Los más optimistas creen que después de tantos meses de cuarentena, al terminar ésta se reforzarán los hábitos personales, sociales y de consumo que se han perdido temporalmente. Sin embargo, son mayoría quienes consideran que el mundo que dejamos antes de la emergencia sanitaria nunca regresará. En este sentido destacan las opiniones del filósofo esloveno Slavoj Žižek, el español Daniel Innerarity y el surcoreano Byung-Chul Han.
Un aprendizaje importante que surge a partir de la experiencia de la pandemia es la conciencia sobre los límites y la vulnerabilidad de la humanidad. Ya es insostenible la idea del dominio absoluto del hombre sobre la naturaleza.
Es destacable también el cambio actual en la concepción del espacio y el tiempo, a partir del encierro. En la historia de la humanidad es constante que cuando se transforman estas concepciones, cambian la cosmovisión y la época histórica. Así ocurrió con la caída del imperio romano, cuando Europa se fraccionó en pequeñas naciones, y con la revolución industrial, cuando la población dispersa en pequeñas poblaciones rurales emigró a las grandes ciudades.
Ahora está ocurriendo el fenómeno inverso: en las grandes ciudades como Londres o Nueva York, las personas están dejando los centros urbanos para dirigirse a los suburbios, ya que el cambio en la forma de trabajo (home office) ya no hace necesarios los desplazamientos diarios, y sin embargo, múltiples empresas revelan incrementos del 20 por ciento en la productividad de su personal a partir de este modo de trabajo, a la par de la posibilidad de una importante disminución en sus gastos de operación al evitar los costos de las instalaciones corporativas.
Otros cambios sociales importantes se darán en los ámbitos de la educación, que se impartirá en adelante con modelos híbridos -presenciales y a distancia-; la interacción con la realidad, que será cada vez más a través de pantallas; la disminución en las convenciones y viajes de trabajo; y los hábitos de consumo, con una importante disminución de las compras en centros comerciales e incremento de las compras en línea, con estimaciones del cierre de hasta el 50 por ciento de las tiendas físicas.