Luis Mena Pantoja

Para explicar la particular cosmovisión de la población de la Isla de Bali, el historiador Alberto Adrián de León Leal, de la Fundación Guendabi’chi’ AC, impartió una ponencia dentro del ciclo de conferencias “Religión y cultura. La vida después de la muerte según las religiones”, organizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la Dirección de Etnología y Antropología Social y la Sociedad Mexicana para el Estudio de las Religiones.

La Isla de Bali se ubica en el sureste asiático, dentro del archipiélago indonesio y es una de las 17 mil islas que componen Indonesia, país en el que la principal religión es el hinduismo, que considera la creencia de la reencarnación y ve a la muerte como una etapa más en el ciclo interminable de la existencia.

En su ponencia De León Leal explicó que el hinduismo en Bali forma parte de la rama conocida como saivismo, la cual venera al dios Shiva, pero con el paso del tiempo se han ido incorporaron prácticas locales, que dieron como resultado la adoración de espíritus, ancestros y deidades de la naturaleza.

“Se estima que las influencias del hinduismo comenzaron a llegar alrededor del siglo I y se extendieron hasta el IX después de Cristo. La creencia de la reencarnación en Bali señala que el cuerpo inmaterial está forzado por las leyes del universo a transitar entre vidas mortales hasta que se produzca la llamada moksha o liberación del alma”, señaló.

El hinduismo balinés o agama hindú dharma, considera que el alma de una persona que fallece renace en otro cuerpo, pero debe ser incinerada para ascender al plano espiritual, por tanto, para impulsar el alma a la otra vida, las ceremonias mortuorias de incineración en Bali se acompañan de música del género wayang, ejecutada por un gamelan, y posterior a ello, siguen 12 días de luto con procesiones y ofrendas.

Los practicantes de esta religión creen que si una persona llevó una vida virtuosa y realizó buenas acciones, su alma renacerá de una forma más sagrada; por el contrario, si llevó una vida de maldad y con actos negativos, su alma renacerá en una forma inferior, y en el peor de los casos, como un espíritu errante.

Dentro de la cosmovisión de la población de Bali existen varios “reinos del más allá”, en uno moran los seres celestiales, en un lugar de dicha y recompensa para las almas virtuosas; otro es el de los ancestros fallecidos; otro, donde yacen los espíritus errantes o fantasmas que murieron de forma violenta o no recibieron los rituales funerarios adecuados; y además existe el reino de los santos, habitado por las almas que se dedican a la meditación.

“Los factores que determinan el lugar donde deparará el alma es el karma, el cual es la acumulación de puntos positivos o negativos que ayudan a transitar a una mejor vida futura. El karma va de la mano con el dharma, que es el nivel social y moral de una persona”, indicó De León Leal.

Resaltó que una de las figuras prominentes de la mitología de Bali, relacionada con la muerte, es Rangda, diosa del mal, asociada a la destrucción, y personificación de la energía negativa, que se representa como una figura feroz, con colmillos y cabellos desgreñados, e incita a las personas a realizar actos malvados. Su opuesto es Barong, que encarna las fuerzas del bien y la luz, y se le simboliza como un león o dragón sagrado.

Como parte central de las representaciones teatrales de Bali, ambas deidades se enfrentan en una lucha con danza, enriquecida con movimientos y gestos dramáticos, que significan la batalla eterna entre el bien y el mal, sin que exista un claro triunfador, como parte del equilibrio entre el bien y el mal, la vida y la muerte.