Enrique Escobedo  

En el año de 1889 algunos obreros sindicalistas en la ciudad de Chicago, Illinois, EUA fueron asesinados por las fuerzas del orden el día uno de mayo. La fecha desde entonces se convirtió en conmemoración, solidaridad y lucha por mejorar las condiciones laborales de la clase trabajadora. En México, en plena revolución, la Casa del Obrero Mundial convocó en 1913 a distintas organizaciones del proletariado a fin de sumarse y hacer manifiesta en esa fecha la lucha por las justas reivindicaciones de la clase obrera.  

Con el triunfo revolucionario las organizaciones del sindicalismo mexicano fueron adquiriendo fuerza y de ahí que los gobiernos emanados de la lucha armada rápidamente los reconocieran y los invitaran a sumarse en centrales obreras al partido oficial. Las confederaciones obreras, entre las que destacaron la CTM, la CROC y la CROM llegaron a representar la columna política del sistema político mexicano y fueron notorios para bien y para mal sus líderes tales como Fidel Velázquez, Blas Chumacero, Fernando Amilpa y Vicente Lombardo Toledano.   

El movimiento obrero en México, en efecto, comprendió su importancia política y en mancuerna, guste o no, con los gobiernos priistas del siglo pasado, fueron cofundadores de instituciones fundamentales en la vida de nuestro país como lo son el Seguro Social, el Infonavit y el Congreso del Trabajo. Empero con el tiempo esa dupla y con la evolución del mercado llegó a su fin en términos prácticos. La lucha obrera y las reivindicaciones laborales fueron conquistas a todas luces benéficas para las partes, pero las formas políticas cambiaron. Además, surgieron organizaciones de trabajadores que decidieron no afiliarse al partido oficial y afortunadamente la secretaría del Trabajo y las leyes laborales las reconocieron.  

Aquellos grandes desfiles del movimiento obrero mexicano el primero de mayo por las céntricas calles de la ciudad de México y de las plazas de armas de las ciudades de provincia ya se acabaron. La fiesta obrera del sindicalismo oficial y del no oficial organizado, como la Unión Nacional de Trabajadores, ahora es marginal y festejan el primero de mayo con alguna concentración de trabajadores en alguna plaza pública y escuchan discursos aburridos y circulares. 

El día del Trabajo sigue siendo día de conmemoración en prácticamente todo el mundo y, por lo mismo, es inhábil, pues se trata de hacer patente que la dignidad del trabajo además de ennoblecer el decoro de la creación va de la mano de la innovación. Más aun, en mi casa me enseñaron que obtener el pan con el sudor de la frente de manera honrada es hacer correctamente lo correcto y sobre todo un acto de nobleza. También me enseñaron a jamás estigmatizar el trabajo con expresiones tales como “es un chalán” o “es un gato” porque ese menosprecio es de estúpidos.  

Conmemoro el día del trabajo y me sumo a la causa reivindicatoria de las organizaciones de las clases trabajadoras que protegen la condición humana, porque la trascendencia del espíritu está en el trabajo y no en la charlatanería.