
El dúo británico jamás ha vuelto a sacar algo como su álbum Felt Mountain y dentro de esa hoy clásica obra, brilla especialmente “Utopia”, cumbre de una pretensión que ya no han alcanzado con esa plenitud
“Fascist baby/utopia, utopia”
Utopia/Goldfrapp
Jesús Serrano Aldape
Luego de su primer álbum Felt Mountain (Mute Records, 2000), Goldfrapp, el dúo conformado por Alison Goldfrapp y Will Gregory, se convirtió en la carnaza que depredó sin mesura Madonna y otras figuras del pop, a tal grado que parece inconcebible que la industria regurgitara un producto como Lady Gaga sin las enseñanzas y el know how presente en la puesta en escena de este álbum, sus métodos y su estética.
Felt Mountain y después Black Cherry (2003) nos trajeron a la Alison Goldfrapp de aires de kábaret alemán, flotando en esa ensoñación de la raza aria que dio lugar a la República de Weimar. Alison en las primeras dos obras es como Leni Riefenstahl, la documentalista de Hitler, elaborando un fresco de la perfección que sólo puede existir en ese mundo artificial. La perfección yacía entre las piernas de Alison, enfundadas en sexis botas de piel.
En la sabia mezcla de atmósferas oscuras de sintetizador, con música electrónica, en canciones de duración corta circundadas por la voz espectral y sexy de Alison y los sintetizadores de Gregory, está el germen de lo que más tarde en esa década fue el pop comercial.

Es como si a mitad de esa obra de teatro en que Alison fusiona el expresionismo alemán con el pop de avanzada de comienzos de los ochenta, la mujer que llegó a evocar con sus cantos toda esa imaginería que dio origen al fascismo, se bajara del pedestal y con pies en la tierra meditara en lo inalcanzable que es el sueño mismo de la perfección.
Eso es Utopia, con las muestras más fehacientes de que la británica puede recrear en un escenario el sueño utópico del futurismo, de las doctrinas totalitarias, aquel en que la diversidad era eliminada teniendo el ideal de pureza, la piel blanca, el cabello rubio y la perfección en la mente.
“Es un día extraño / no hay colores ni formas / no hay sonido en mi cabeza / he olvidado lo que soy”
Es el sueño que se revela en su prístina belleza sin mácula, con los sintetizadores que conducen a varias cumbres sónicas, alcanzadas al unísono de la voz; al principio un fraseo tímido que nace y luego, hacia el final, el canto desesperado de la soprano que Alison lleva dentro, revelando su imposibilidad de ser.
Pero Alison no escatima en transportarnos al pipe dream. Nos hace desear perdernos en la perfección del mundo feliz de los epsilones. Utopia es soma, droga para olvidar el estado de inevitabilidad y resignación en que Winston Smith decide que “siempre he amado al Gran Hermano”.
“Cuando estoy contigo / no hay razón / no hay sentido / no debería sentir / olvidar quién soy”
En el mismo Felt Mountain se suceden instantes brillantes, como la evocación efectista de Lovely Head, o las texturas sofisticadas surcadas por los efectos de voz de Alison en Pilots (On A Star), hasta el drama elegante y teledirigido de la kabaretera (con K), Human, pero Utopia permanece como el instante que le brinda un concepto a la exposición artística, algo que el dúo, aún en activo, ya no ha logrado, pues no siguieron invocando tendencias, y el resto de sus obras se convirtió en un intento de regreso a esa primera Montaña Sagrada.
Utopia es llevar al extremo el antropocentrismo, elaborar en la imaginación las teorías que proyectarían al ser humano sobre el cosmos mismo, pero el mismo lamento desesperado de Alison, cantando que todo es una utopía, nos despierta un poco.
Tal belleza es imposible a menos que de arte se trate, y Goldfrapp nos lleva de la mano a la realización de los más imposibles anhelos, a través de la que quizá es la cúspide de su creación estética.
Escucha aquí Utopia de Goldfrapp:
Y ve aquí la propuesta visual del dúo británico, que inspiró al pop de la pasada década: