Miguel Ángel López Farías

No lo voy a atiborrar de números, me concentraré en lo básico, de ahí, propondré el uso del sentido común para realizar este ejercicio.

En México, casi 12 millones de personas pagan impuestos ante hacienda, son casi 16 millones los que han tramitado su firma electrónica, 14 millones 600 mil son personas físicas y el resto, personas morales.

Son los asalariados los que pagan más ISR, algo así como el 30%de su quincena.

La cantidad de dinero que se recauda es brutal… 230 mil 250 mil millones de pesos, es mucho al año. Un contador público nos podría pintar algo similar a EL INFERNO de Dante Alighieri para comprender como opera la santa inquisición hacendaria… pero, ¿Debemos pagar impuestos? Por supuesto, esa es una de nuestras obligaciones ciudadanas… y en retribución DEBERÍAMOS recibir servicios propios de un gobierno que cobra y bastante bien. ¿Eso ocurre? La experiencia nacional nos arroja que no es así.

Lo invito a hacerse estás preguntas: ¿Debo pagar impuestos para que se siga construyendo el «hoyo negro» de Dos Bocas? Aparatote petrolero que no refina y que los números indican, va a ser un fracaso financiero.

¿Debo pagar impuestos para mantener un AIFA que huele a capricho presidencial y no como respuesta a las necesidades de conexión aérea del valle de México?

¿Debo pagar impuestos para que la nueva realeza presidencial expanda sus privilegios por medio de negocios y corrupción?

¿Debo pagar impuestos para vivir en un país en dónde morir siendo mujer o niño resulta sencillo y muy impune?

¿Debo pagar impuestos para ser cómplice del desastre al medio ambiente por el tren maya?

¿Debo pagar impuestos para que se destruya la democracia?

¿Debo pagar impuestos para ver cómo el estado se viste de narco?

¿Debo pagar impuestos para ser tratado como sub humano en el IMSS?

¿Debo pagar impuestos para que una de mis hijas no regrese a casa?

¿Debo pagar impuestos para ser testigo del enriquecimiento de algunos secretarios de estado o directores de Pemex o CFE?

¿Debo pagar impuestos para que México, nuestra única casa, sea llevada a las ruinas?

Nunca, pero nunca propondría una lucha insurrecta en contra de un gobierno y sus tareas recaudatorias, pero siempre, siempre, deberíamos cuestionarnos el destino de esos recursos.

La hacienda y sus brazos recaudatorios se han convertido en un arma, una que apunta a sus objetivos, que los paraliza, se disfraza de obligación, lo adornan con cartucheras de artículos legales, te amenazan, te condenan… pero no rinden cuentas y lo hemos aprendido a tratar con normalidad, como el grito ñero de la «rata» que se sube a los camiones: «¡mi gente, ya se la saben!» y a respirar resignados y entregar celulares y carteras.

¿Por qué razón deberíamos estar obligados a pagar impuestos si el motivo es el de construir un país -monumento dedicado a la egolatría de un solo hombre?

Y no, perdóneme, usted que me escucha, así no funciona un país de verdad. Así funcionan las tiranías.