Víctor Hugo Islas Suárez
El 28 de febrero de 2021, una bola de fuego que recorrió el cielo del Reino Unido era registrada por 16 cámaras dedicadas a la observación de estos fenómenos. Al día siguiente de su caída, la pieza principal del meteorito, de 319,5 gramos de peso, fue localizada y recogida en la en la ciudad de Winchcombe, en Gloucestershire, Reino Unido. Unos días más tarde, el 6 de marzo de 2021, se recuperaba en un campo de cultivo una de las piezas intactas más grandes del meteorito, de 152 gramos de peso.
La ayuda del público, junto al trabajo de varios científicos, fue fundamental para que, en el periodo de tan solo 7 días, pudieran recuperarse hasta 531,5 gramos de material procedentes del exterior de nuestro planeta. Esta rápida recuperación convirtió a Winchcombe en uno de los meteoritos más prístinos jamás recolectados para su posterior análisis, lo que ofreció a los investigadores de todo el mundo una oportunidad única para, a través del estudio de su composición, retroceder millones de años en la historia del sistema solar.
Su análisis comenzaría pocos días después de su caída y recolección. De hecho, el meteorito Winchcombe fue el primero de su tipo que se recuperó en el Reino Unido, una condrita con aproximadamente un 2% de carbono en peso. Las condritas o condritos son meteoritos no metálicos, es decir, rocosos, que no han sufrido procesos de fusión ni de diferenciación de los asteroides de los que proceden, por lo que pueden aportan una gran cantidad de información sobre los orígenes del sistema solar.
Así, la caída de Winchcombe resultaba prometedora, algo que se haría patente cuando, tras su análisis inicial, los científicos encontraron que alrededor del 11% de su peso correspondía con el agua encerrada en los minerales que lo conformaban, algunos de los cuales se formaron en el asteroide del que procede durante las primeras etapas del sistema solar.
A partir del análisis de Winchcombe, los científicos determinaron que llegó a la Tierra después de un viaje de 300 mil años, y lo que es más: cuenta con los componentes elementales para albergar vida, entre ellos, agua con isótopos de hidrógeno similares a los que se encuentran en nuestro planeta, los investigadores piensan que el meteorito fue parte de un asteroide más grande que orbitaba entre Marte y Júpiter, se asume que alguna piedra en el cinturón de asteroides impactó la roca, desprendiendo pedazos chiquitos, así nació Winchcombe, de la misma manera, al interior del meteorito se encontraron aminoácidos, estos son los “ladrillos” para construir el ADN por ello, en su interior podría albergar vida.
Se estima que en el momento de su formación esta roca pudo pesar cerca de 30 kilogramos, y que ha permanecido en órbita alrededor del Sol hasta ser atrapado recientemente por la gravedad terrestre. Hoy permanece expuesto repartido entre en el Museo de Historia Natural de Londres, el Museo Winchcombe y la galería de arte The Wilson Cheltenham.
Así pues, se puede fortalecer la teoría de que fueron factores externos los que provocaron la vida en nuestro planeta, ya había hablado de esto en una contribución anterior que llame “semillas voladoras”, aún resulta explicar a ciencia cierta cual fue el detonante de la vida primaria en nuestro planeta, sin embargo se sigue investigando, en términos científicos y de ciencia estamos en “pañales” en la historia de la humanidad, el siglo XXI es apenas un suspiro, un tiempo ínfimo, poco menos que nada, pensando en logremos sobrevivir otros 10,000 años (que parece poco posible hoy en día)