Más allá de si el actual mandatario muestra signos de autoritarismo o tiene aspiraciones transexenales, el hecho es que su forma de “hacer política” no lleva la línea que todos conocemos; su actitud beligerante como si fuera apenas aspirante al poder, conlleva riesgos para todos los mexicanos, ya que de sus declaraciones y acciones dependen no sólo personas o un grupo de ellas, sino todo el país.

De tal suerte que si se equivoca por tomar decisiones unipersonales sin escuchar a los que “sí saben” y le son cercanos, lo único que provoca es que no vuelvan a intentar hacerlo rectificar, o simplemente renuncien a continuar en eso que llaman cuarta transformación.

Lo anterior causa que se queden sólo quienes están por el poder o el salario, y no quienes tienen  vocación de servicio y pueden aportar su talento al actual gobierno y a través de él, al país. Lo peor del caso es que renuncian quienes tienen capacidad de discernir y al no ser escuchados, prefieren irse pues se sienten inútiles en el cumplimiento de su responsabilidad.

Si no me hace caso ¿Qué hago aquí? Esa sería la postura de alguien digno, como ya sucedió con distinguidos miembros del gabinete, y no el agachón, que para mantener la chamba, el poder y el salario aceptan “lo que usted diga señor presidente”.

Es grave que el presidente deje ir a quienes pretenden hacerlo reflexionar sobre yerros político-administrativo-financieros, porque afecta a todos los mexicanos.

Ojalá nos equivocáramos, pero quienes conocen a López Obrador dicen que no acepta réplica a su dicho, que se enoja si lo contradicen y así, no se puede gobernar un país y sacarlo adelante, por el contrario, lo pueden hundir.

Nosotros…