Enrique Escobedo  

Durante la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y sus otros nombres quedó claro que ese partido gobernó mediante diversos instrumentos que le permitieron en lo jurídico mantenerse en la legalidad y en lo político alcanzar la legitimidad social. En otras palabras, fue un partido de masas, organizó a la sociedad política en tres grandes sectores, a saber: el obrero que durante muchos años fue su columna vertebral; el campesino que representó su discurso paternalista y reserva de votos y, el popular que fue una buchaca en la que cupieron empresarios, profesionistas, industriales, comerciantes y una pléyade de organizaciones gremiales. 

A ese partido se le deben muchos de los aciertos del México del siglo XX y XXI y también muchos de los yerros. Tuvo excelsos militantes y desarrolló ideas vanguardistas en materia de política social, educativa, sanitaria, laboral, de infraestructura y de política exterior, por citar algunos ejemplos. Pero no siempre fue sensible a los cambios sociales y en esos casos de incomprensión fue intolerante e incluso represivo con violencia excesiva e innecesaria.  

Entre sus insensibilidades cabe destacar que tardó en impulsar la participación de la sociedad civil independiente, el pluripartidismo, la tolerancia política y que las elecciones no quedaran bajo égida. Pero afortunadamente supo entender y bajo su mandato se creó el Instituto Federal Electoral (IFE) hoy INE. Eso se debió a que antes organizaba los procesos electorales mediante el binomio de la maquinaria PRI-Gobierno. De esa manera nunca perdía y cuando llegó a perder, arrebató. 

Esas artimañas de imponer su ley electoral, de utilizar la maquinaria aludida, de operar entre recovecos leguleyos a fin de violar los procesos electorales e imponer a sus candidatos, de trabajar con “partidos políticos satélites”, de deformar el piso a fin de que las elecciones estuviesen cargadas antes del día de la jornada electoral, por citar algunos ejemplos, fueron lo que conocemos como “Elección de Estado”. 

En 1997, durante la gestión del presidente Ernesto Zedillo, el PRI perdió la elección intermedia y por primera vez en México conocimos el fenómeno llamado “gobierno dividido”, pues el tricolor ya no tenía la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. Fue un parteaguas en el país, ya que el piso de la contienda electoral fue parejo y significó el fin de las elecciones de Estado. Del año 2000 al 2018 ese tema fue prácticamente de politólogos e historiadores, pues ya no se veía a la maquinaria Partido en el poder-gobierno operar con recursos públicos. Aunque muy posiblemente si hurgamos encontraremos algunos vestigios.