Enrique Escobedo
La administración es una ciencia que aplica el proceso de planear, programar, presupuestar, organizar, dirigir, controlar y evaluar a fin de alcanzar metas y objetivos en una organización formal. Es una disciplina con dos grandes esferas de acción. Por un lado, está la privada cuyo fin es promover la eficiencia, la eficacia y, sobre todo, hacer rentable a la empresa. Por el otro lado tenemos a la pública que tiene varios objetivos; tales como: a) proteger a la sociedad ante eventuales amenazas y riesgos; b) organizar una estructura o andamiaje institucional que satisfaga las demandas y necesidades sociales que legitimen el pacto político entre el gobierno y la sociedad; c) administrar la hacienda pública con criterio social, así como ser transparente y rendir cuentas al respecto; d) poner orden mediante el Estado de Derecho y ejercer el derecho a la violencia de ser necesario, y e) impulsar la concurrencia de los sectores privado y social a fin de fomentar la productividad.
La administración pública es federal, estatal y municipal, se organiza con dependencias y entidades cuya razón de ser de cada una varía según las coyunturas situacionales que las crearon y su visión de futuro. De ahí que el gobierno significa ver hacia dentro de la organización sin dejar de ver la realidad política, económica y social de la nación. Por lo mismo, la ciencia de la administración pública, es más, compleja, extensa, profunda y diversa que la privada.
Quien se dedica a la administración pública debe conocer de Derecho Constitucional y Administrativo, de finanzas públicas y teoría presupuestaria, de métodos y técnicas de gestión de recursos, de historia y, por supuesto de ética política y toma de decisiones. Consecuentemente no pueden improvisarse servidores públicos sólo por haber participado en alguna campaña política, ser compadres de un funcionario público, tener conocidos en alguna institución gubernamental o decirse honestos y honrados.
Por lo anterior, el perfil del servidor público es un tema extremadamente relevante y delicado. De ahí que cuando este gobierno me dice que fulano es honrado, como si fuese un acto revolucionario, la verdad es que sonrío y respondo: es lo menos que la sociedad espera de un servidor público. Por eso me parece grotesco que me quieran vender que los funcionarios de esta administración son diferentes a los anteriores. En efecto, si son honestos y honrados resulta que es su obligación y su responsabilidad, por eso la ciudadanía votó por ese partido. Es decir, eso no es ningún mérito. Aún más, les falta demostrar capacidades, competencias, habilidades y resultados. De otra manera son simplemente calienta bancas que nos siguen saliendo caros porque nosotros lo ciudadanos pagamos sus sueldos.
Administrar el gobierno tiene su ciencia, aunque el presidente López Obrador diga lo contrario. Para empezar demanda visión de largo plazo, reconocer que vivimos en un mundo globalizado, organizar al gobierno a fin de alcanzar los objetivos y metas deseables, exige saber acerca de los comportamientos sociales de los cuadros operativos y saber para que sirva cada una de las instituciones. Todos esos requisitos son indispensables, pues ignorar la razón de ser de una entidad y por lo mismo proponer su desaparición nos habla de ignorancia, prejuicios y desdén por escuchar.
Mi tesis es que el gobierno del gobierno se está fracturando en su andamiaje institucional y cada vez puede menos responder oportuna y eficazmente a las demandas y necedades sociales, principalmente la de protegernos. Es cierto que México tiene ese y otros problemas, mas todo indica que la prioridad del actual gobierno es ganar las elecciones de este año mediante el otorgamiento de apoyos asistenciales a los más pobres y a los grupos marginados. Lo cual peligroso en términos de gobernabilidad.
Desmantelar instituciones y asfixiarlas con la idea de que la austeridad republicana es canalizar y optimizar de mejor manera los recursos públicos es el típico caso defendible en la teoría y en los manuales, pero insostenible en términos históricos. Aún más, esa idea de acabar con el Estado obeso es muy típica del neoliberalismo. En mi opinión lo que procede es fortalecer la rectoría del Estado mediante le economía mixta y con claridad en hacer gobernable al gobierno. Es decir, con visión de administración pública y no de gerencia privada.