
Difícilmente se puede encontrar a otra agrupación que en su expresión mezcle la tradición más antigua de los pueblos africanos con la del norte europeo, todo unido con una gran dosis de sofisticación
Jesús Serrano Aldape
Ahora es legendario cómo durante los noventa, el famoso productor Simon Emmerson tuvo su momento de epifanía cuando, cual Thor Heyerdhal, (etnólogo noruego que quiso demostrar la relación que había entre las culturas de las islas polinesias con las civilizaciones sudamericanas), le pareció descubrir un gran vínculo musical entre una canción senegalesa y un antiguo aire irlandés que recordaba de su infancia.
De ahí a la teoría del amigo de un amigo de que los primeros irlandeses pudieron provenir del África, sólo hubo un paso, y este se convirtió en un tópico que obsesionó a Emmerson, buscando una especie de utopía artística, que con el tiempo fue cristalizándose en un proyecto de sincretismo musical.
Así surgió, auspiciado por el sello discográfico de Peter Gabriel, Real World, el proyecto de Emmerson y el multi instrumentista James McNally, Afro Celt Sound System, peculiar agrupación compuesta por músicos africanos e irlandeses, que resultaba, además, en una bandera extraordinaria para el sello de Gabriel, dedicado a buscar nuevas expresiones musicales en los rincones más recónditos de todo el planeta y promover la desde entonces llamada World Music.
Emmerson no sólo vio un potencial creativo inmenso al combinar en un mismo ensamble músicos de tan distantes latitudes y potenciarlo con arreglos electrónicos, muy acordes con la cultura del rave, tan en boga a comienzos de los noventa. La idea prendió tanto, que Real World terminó viéndolos como uno de sus embajadores más distinguidos de su propuesta y encargó a la agrupación cinco discos, que se fueron sucediendo desde 1996, con la aparición del Volume 1: Sound Magic, al 2005, con el Volume 5: Anatomic, con distintas exploraciones sonoras que les ganaron un lugar en la cultura.
Lo que llama la atención del sonido de Afro Celt Sound System es su talento para la hibridación musical, en la que conviven instrumentos tradicionales de África, como la kora, los tambores dhol, el nyatiti y los tambores ‘hablantes’ (talking drums), con instrumentos tradicionales del folclor europeo-irlandés, como las gaitas, flautas, harpas y teclados. Es en definitiva música creada para tocarse en vivo y ningún concierto es lo mismo, cada pieza termina expresándose de una forma distinta.
Cada álbum resulta en una larga colaboración de sensibilidades musicales, con decenas de afluentes tributarios aportando su percepción y talentos a la mística de hibridación y sincretismo de la obra en turno. Difundiendo ese concepto de que el mismo líder, Emmerson, llega a pasar totalmente desapercibido. Así, Emmerson ya no es el frontman de la agrupación, -como tradicionalmente lo entendemos gracias al cliché-; en las canciones de Afro Celt Sound System a cada músico le llega su momento para brillar.
El ejemplo claro de este estilo y proceso es ese primer disco, Sound Magic, en donde toman especial protagonismo los aportes del hoy finado y mítico cantante keniano, virtuoso del instrumento de cuerda tradicional de Kenia, el nyatiti, Ayub Ogada, así como la gaita irlandesa de Ronan Browne. Sobre esos dos pilares Afro Celt Sound System fue creando su identidad.
Es esa naturaleza de aporte individual que da cada músico lo que permite que el colectivo pase más como un largo proyecto de colaboraciones que a la vez no trastoca su mística de ser una especie de banda en donde caben todos los músicos del mundo, por decirlo así, complementando la idea utópica de Simon Emmerson.
Y de hecho, durante la confección de esa primera obra, llegó un momento en que Emmerson, ya encarrilado en el proyecto, luego de haberlo comentado a Gabriel, se dio cuenta que no tenía cantantes tradicionales irlandeses. Así se lo hizo saber a los responsables de Real World y éstos le sugirieron a un cantante que se convertiría en colaborador fundamental, Iarla O’ Lionaird. Con su adición, la banda justificaba el nombre a full y llegó a alturas insospechadas.

La emancipación del mundo
Es en la música en donde se revelan los grandes aportes de esta agrupación; los cinco álbumes de su primera época se convirtieron en referencia para muchos artistas que hacen de la fusión su tema central. Ciertas características tribales se traducen perfectamente a la idea chamánica-moderna que representa un DJ, a la comunión orgiástica de los raves europeos de la época, con ese aire de sofisticación que le confiere la fusión no sólo intercultural de estilos e idiosincrasias, sino el hecho de que la banda lograba unir las ideas de culturas separadas por cientos de kilómetros en una sola expresión.
“La idea de llamar a la banda Afro Celt Sound System era la de identificarnos como una agrupación con una alineación cambiante, con diferentes invitados. No éramos una banda especialmente enfocada a hacer versiones, como Soul II Soul o Leftfield, la idea que teníamos es que representáramos una suerte de festividad itinerante”, explicó Emmerson en 2005 en entrevista para scotto.org.
“Originalmente pensé en producir un par de álbumes y luego pasar la batuta a otro productor o a otro grupo de personas”, señaló Emmerson, que así resaltaba la cualidad del proyecto de ser un fruto de la cultura del DJ y la música electrónica. Al final el vínculo con la modernidad era esencial, como embutir instantes de culturas milenarias en medio de los bits computarizados de la música electrónica.
Hoy es recordado en la industria cómo la cantante irlandesa Sinéad O’Connor apareció en su Volume 2: Release, para interpretar el tema titular y darle una proyección al disco que lo llevó a la posición 71 en ventas en Gran Bretaña, algo inusitado para un acto de ese tipo.
O cómo en Volume 3: Further In Time, los mismísimos Peter Gabriel y Robert Plant, legendario vocalista de Led Zeppelin, colaboraron en las exploraciones de Emmerson y McNally, que para este entonces estaban cada vez más enfrascados en un duelo creativo como directores musicales del ensamble.
Aún hoy día, Emmerson se arrepiente de haberle cambiado el nombre a la banda para el cuarto disco. En lugar del título largo que no sólo le da una importancia enunciativa, sino que presenta a la banda como lo que en realidad es: una suerte de laboratorio experimental musical, el músico y productor nombró a la banda Afrocelts, y con ese nombre lanzaron The Seed, en donde, ahondaron más en las fuentes y culturas de las que se inspiraron, con un resultado más alejado de los sonidos electrónicos y más dedicado a la reverencia a la tradición y exploración cultural.
Emmerson confesó hace poco que su intención era crear dos caras de la banda: Afrocelts, con una connotación más oculta y cercana a las raíces de la música y reservar el nombre completo para cuando mezclaran lo tradicional con lo electrónico. El nombre de Afrocelts sólo se les quedó para el mencionado The Seed, otro éxito creativo, con ambas facetas mencionadas por Emmerson, turnándose para aparecer en la obra.
2005 trae el último trabajo de esta hoy llamada primera era, Volume 5: Anatomic, que constituye un laureado disco antes de abrazar un semi retiro prolongado. Fue esa inactividad la que quizá motivó la separación del ensamble en 2015, cuando Emmerson, N’Faly Kouyate, maestro de la kora y el balafón, y Johnny Kalsi, director de la Dhol Fundation, asociación que rescata el uso de los típicos tambores dhol, decidieron trabajar por su cuenta, mientras James McNally y Martin Russell también volvieron al escenario, ambos bandos utilizando el nombre de Afro Celt Sound System, al menos hasta 2016, cuando los músicos arreglaron su disputa legal por la utilización del nombre de la banda y amistosamente acordaron que el grupo de Emmerson sería el que podría trabajar con el nombre original, mientras McNally y Martin Russell decidieron buscar otro.
La oda al migrante
Tras el arreglo legal, la agrupación conformada por Emmerson, Kouyate y Kalsi sorprendió con The Source, regreso, diez años después, a lo que mejor hacía la banda en los noventa: esas largas piezas en que además del talento musical se derrochaba una gran energía física, como si el sudor fuera un tributo perfecto a algún dios invisible. Emmerson hizo más patente el alejamiento de su banda de la música electrónica, para recurrir a una especie de revisitación del lado acústico de las cinco primeras obras de la banda, aunque con la notable ausencia de Iarla O’lionaird en vocales.
El concepto de abrevar directo de la fuente resucitó su ingenio para la fusión musical y esta vez la flauta y voz de la irlandesa Rioghnach Connolly adquiere especial protagonismo, mientras los raps de Griogair Labhruith restablecen cierta mística moderna en la banda, siempre conducto de hibridaciones sorprendentes, con los tambores dhol, la kora y el balafón interactuando con las gaitas y harpas irlandesas; con Les Griottes, un coro femenino de cinco integrantes nativo de Nueva Guinea, como contrapeso al coro gaélico escocés Urar, en un estilo que diez años después del primer álbum se había convertido en icónico de la agrupación de Emmerson.
The Source establece un paralelismo con la música moderna y en varios temas incluso suena a rock de vanguardia y en otro, Where Two Rivers Meet, a Pink Floyd, mostrando el lado inescapablemente británico de la agrupación. Pero si The Source fue un gran regreso al estudio y a los escenarios, Flight (2018), su más reciente trabajo, demostró que la maquinaria de esta banda ha vuelto a las andadas ya de lleno y se encuentra con gran salud.

Contrario a su forma de trabajo anterior, Flight es un álbum conceptual que referencia el vuelo de las aves migratorias, ya que Emmerson mismo es un conocido aficionado a la ornitología, y en particular, cuatro temas de la obra expresan a las claras el sentido de migración que ve Emmerson tanto en la música como en el concepto de la banda misma, con cada disco imposible de realizar sin las sensibilidades de artistas de múltiples nacionalidades.
Así, The Migration Medley narra una historia que refiere por igual las rutas migratorias de las especies aladas, así como la migración humana a lo largo de la historia, con personas buscando atravesar las fronteras huyendo de la peste, de la guerra y de la pobreza.
Flight recupera gradualmente los sonidos electrónicos que pusieron en el mapa a la banda, pero también algo que The Source había olvidado un poco en pos de la experimentación: la idea de la agrupación como una suerte de festividad itinerante con música creada desde la espontaneidad de la improvisación y con finalidad de disfrute, de baile. En Flight vuelve un sentido lúdico que pertenece incluso a las música latina, de pronto invadida por gaitas irlandesas, viejos coros africanos, gaélicos y rap, como en la maravillosa Step Up, con su coro en perfecto español: “ven a cantar/ven a cambiar”.
Flight revela conexiones con lo sagrado desde ambos extremos, por un lado el góspel africano de “Sanctus”, con la ejecución precisa del Amani Choir y por otro la balada céltica en “Night Crossing Pt.1.”. Es además revelador que todo el Medley que incluye el tema de la migración fue grabado con los músicos en vivo, detalle que recupera a los Afrocelts como una banda creada para esas largas presentaciones en donde ninguna pieza suena igual, los músicos bailan, se agotan ante nuestros ojos y son asimilados a la filosofía del ensamble, destinados a aportar sus talentos y personalidades en una rara mezcolanza de estilos, idiosincrasias y filosofías; el que ya quedó bien claro es el estilo Afrocelt.
Disfruta aquí la prodigiosa Step Up:
A Afro Celt Sound System hay que escucharlo en vivo, disfruta de Cascade, contenido en The Source.
Y aquí el clip promocional para Sanctus, sencillo del más reciente álbum Flight, dirigido por Emmerson, con el coro Amani.