Ivette Estrada

Trabajar desde casa nos vuelve más perceptibles a los sonidos…o a los silencios. Condiciones desapercibidas en los ambientes de oficina adquieren mayor relevancia a medida que el home office se extiende en todo tipo de empresas.

Así, aparecen estudios que sugieren que trabajar con ruido minimiza la productividad, pero al mismo tiempo que nuestra voz, a través de las llamadas telefónicas, que convierte en un importante activo laboral.

Así, muchas personas que trabajan desde casa se han vuelto tal vez muy conscientes del ruido en y alrededor de sus entornos, y en muchos lugares del mundo, ese ruido ambiental aumenta. Esto afecta la productividad y la función cognitiva.

La productividad disminuye 5% por cada aumento de 10 decibelios en el ruido. Éste afecta específicamente a las tareas que implican la función cognitiva.

 Varios factores relacionados con la pobreza, como la cantidad de sueño que reciben las personas, las temperaturas a las que están expuestas y la cantidad de preocupación por el dinero, pueden afectar las habilidades de gestión de tareas y los entornos asociados con la pobreza tienden a ser especialmente ruidosos.

Por ello conviene que al trabajar o estudiar se realice en entornos silenciosos y se apague la radio y el televisor. También que se cierren puertas y ventanas donde se infiltra el burullo callejero.

Pero no debemos vivir en completo silencio.

Ahora que COVID-19 altera radicalmente la vida laboral y aumentan las interacciones basadas en texto, se revaloriza la importancia de las llamadas telefónicas.

Aunque muchos recurren a la videoconferencia para obtener el contexto necesario que no puede generarse con los mensajes, las interacciones en pantalla requieren una atención enfocada, deliberada y, finalmente, agotadora. Los fallos tecnológicos crean retrasos, discurso alterado y solicitudes interminables. La conversación se convierte en trabajo duro. Esta es la razón por la que «Fatiga de zoom» es un término que todos aprendimos en 2020.

Pero hay una mejor manera de mantenerse conectado que simplemente requiere volver a familiarizarnos con una tecnología probada y verdadera: el teléfono. Esos teléfonos inteligentes en los que pasamos tanto tiempo escribiendo todavía nos permiten hablar con otra persona.

La entonación, ritmo y volumen es más importante para entender y conectar con los demás con precisión que sus gestos, ademanes y otros signos visuales.

El texto transmite información, pero pierde conexión precisa y el sentido de conexión con los demás.

Así que ¿cómo percibimos los sonidos del silencio durante el confinamiento?