Ivette Estrada

Antes eran ascetas que se negaban al placer del mundo. Hoy son fruto de una sociedad altamente individualista y llena de egoísmo.

Los ermitaños de nuestra era son personas que incrementan cada vez más su interacción y experiencias al mundo virtual e inadvertidamente desdeñan la realidad. Al unísono, entre mayores conexiones tienen en redes sociales, Internet, APPs y medios de comunicación, más aumentan su soledad.

Los ermitaños de nuestra era aumentan exponencialmente durante largas recesiones, crisis o pandemia. Se trata de individuos que tratan de evadir la realidad y se “desconectan” de ella para quedar inmerso en escenarios inventados y lejanos. No existe sexo ni edad definida para estos personajes “lejanos”, aunque inicialmente se asumía que sólo los niños y adolescentes eran proclives a perderse en el mundo virtual, hoy sabemos que existen enajenados de todas las edades.

A medida que el ermitaño de nuestra era se adentra más en el mundo virtual, pierde habilidades sociales y de comunicación, pero también desarrolla el Síndrome de Soledad Inquieta caracterizado por periodos depresivos.

El alejamiento social derivado del Covid-19 acentúa la proliferación de los ermitaños. Así, los profesionistas interactúan con la televisión dos horas y 10 minutos más que hace un año. Es importante destacar que el repunte del consumo diurno no afecta negativamente la visualización nocturna. De hecho, estos mismos espectadores aumentaron su uso entre 5 p.m. y 8 p.m. también.

Asimismo, se denota un incremento sustancial del mercado de streaming y del consumo de contenidos durante la jornada laboral y no sólo entre los trabajadores remotos.

A diferencia del uso de la consola de videojuegos y DVD, el uso de dispositivos conectados a Internet durante el día aumentó en dos dígitos entre todos los grupos de edad y todos los grupos de trabajadores/no trabajadores. Entre los profesionales, el aumento de las pistas de dispositivos conectados a Internet aparece durante todo el día, mientras que entre los niños aparece en forma “de campana”, con mayores aumentos alrededor de la hora de la comida. Sin embargo, existen incrementos significativos del tiempo empleado en ver televisión entre los niños 12-17 años.

Si consideramos que el European Journal of Social Psychology, asegura que bastan 66 días para que un nuevo comportamiento se convierta en automático y rutinario, ya superamos este marco temporal.

Si consideramos las nuevas rutinas establecidas de los consumidores, los meses de invierno más fríos y el aumento de las restricciones de movimiento consolidarán aún más la televisión diurna como un verdadero compañero de trabajo.

A esto súmese más tiempo en otras experiencias virtuales como las redes sociales, Internet y diversas APPs y tendremos un aumento sustancial de nuevos ermitaños: incapaces de generar diálogos, interactuar, negociar, compartir y crear narrativas.

Más aún, el verdadero peligro de los ermitaños de nuestra era es la incapacidad de entablar diálogos consigo mismos, reflexionar y encontrar la propia esencia y motivaciones. Son seres que no pueden estar solos y, por ende, incapaces de estar con otros.