En la actual fiebre por revitalizar el mito de la marioneta de madera con espíritu de niño, el mexicano Guillermo del Toro se desmarca con su particular visión de Pinocho, una bella película en animación “stop-motion” en la que no falta ni una sola de las constantes que marcan su cine.
Desde los monstruos que pueblan sus películas a la religión, el fascismo, la muerte y la soledad, “Pinocchio” parece por momentos un destilado de los temas que conmueven a Del Toro, quien hizo este sábado en el Festival de Cine de Londres el estreno mundial de su última película.
La prensa especializada acogió con aplausos el pase del filme, más dirigido a jóvenes y adultos que a niños pequeños.
El “Pinocchio” dirigido al alimón por Del Toro y el veterano animador Mark Gustafson embarca a la marioneta y su “padre” Gepeto en una odisea ambientada en la Italia del dictador Benito Mussolini, con el trasfondo de la II Guerra Mundial (pese a que el original de Carlo Collodi se remonta a finales del siglo XIX),
No faltan el inseparable Pepito Grillo ni un hada de apariencia fantasmagórica, como tampoco lo hace el malvado dueño del circo que recluta a Pinocho, el conde Volpe, pero la acción queda subordinada al vínculo entre Gepeto y su criatura.