Miguel Ángel López Farías
¿Podríamos llamarnos sorprendidos por las revelaciones que señalan a uno de los hijos de Andrés Manuel como potencial beneficiario de un conflicto de intereses? Me quitaría el sueño de que no lo hubiera…
Se nos escapa la lectura sobre la naturaleza de los que desde hace mucho nos han gobernado, no solo este gobierno, sino de aquellos que tomaron banderas de honestidad y terminaron siendo un fiasco… los López Portillo y el orgullo de su nepotismo, los Fox y los hijitos de Martita, y cosas de la vida, a los hijos de Peña Nieto no se les sabe de este tipo de cosas, ni a los de Felipe Calderón, podríamos decir que los pecados son de sus padres, pero no de los chamacos…
Y ya se, en la situación de López Obrador esto se potencia pues se trata del sujeto que más cacareó eso de la honestidad Valente, pero que con el uso del poder se han revelado como legítimos dueños de la cueva de Ali Baba, pero esto debería avergonzar a los que han creído en él y en su equipo, pero no a los que sabemos que esto (y mil escándalos más) se tendría que presentar tarde que temprano…
El halo presidencial los enloqueció, tal y como sucede con muchos parientes de gobernadores o secretarios de estado ,son poquitos los que se salvan… pero no es asunto de que debamos resignarnos, es un punto que debemos reflexionar y que va más allá de fenómenos sexenales, esto tiene que ver con la cultura de la corrupción (bendito Peña Nieto, cuánta razón tenías), una raíz que en México se localiza en el tuétano de prácticamente todos los estratos sociales, claro está, que se potencia en la nata política, pues el mantra de un político pobre es un pobre político significa el salmo que todos los días rezan los practicantes de la cosa pública…
El mandatario es de suyo, uno de los productos más refinados del priismo de los 70’s, sabe, cómo en su momento Echeverría o López Portillo, lo que es mentir con la verdad, es un mago de la demagogia y posee el olfato de saber tocar los botones del rencor y los deseos de venganza de los suyos , pero no solo eso, transita por el periodo en donde la ceguera que implanta la concentración de poder no le permite avizorar el tren que viene de frente, pero este mismo síntoma lo tienen los que le acompañan, sean familiares o amigos, así es y así continuará…
Todo bajo la marquesina de la impunidad e insisto, nuestra mayor desgracia como nación no es que la clase política sea corrupta, sino que un grueso de la sociedad le da lo mismo, que no le interés, no le importa, que voltea hacia otro lado mientras sean beneficiarios de algún tipo de apoyo social o becario…
El negocio es redondo, un gobierno de excesos solo se entiende con una parte de los mexicanos haciendo como que se indignan.
Diversos especialistas internacionales lo señalan, México es una nación de simulaciones, surrealista, en donde matar o morir da lo mismo, en donde robar y ser denunciado solo merece castigo para los más pobres, pero no para las clases altas, esto incluye a quienes ocupan el Olimpo de la política.
Comencemos a reconocer que somos, como lo advirtió paradójicamente, José López Portillo: una nación de cínicos.