Francisco Rodríguez 

La corrupción gubernamental es la desgracia mexicana.  

La catástrofe arrasa hasta con los cimientos del país.  

Un azote que viene de sexenios anteriores… 

… el de Enrique Peña Nieto en especial… 

… transformado en hecatombe por los cuatroteros… 

… también formados para acabar con todo vestigio de honestidad. 

Hay quienes creen que se exagera cuando se señala a la corrupción como el principal lastre del país en plena Cuarta Deformación. 

Sí, justo la que prometía acabar con todos los actos corruptos. 

Sin embargo, comprobar que la corrupción está a todo lo que da…  

… se refleja en prácticamente todos los actos de dizque gobierno. 

Al tiempo que las grandes riquezas del país, asentadas alrededor de los patrimonios energéticos, turísticos y agropecuarios tradicionalmente generadores de divisas, han perdido su importancia en las grandes cuentas nacionales.  

La quiebra de la «empresa productiva del Estado», como llamaron a Pemex las reformas estructurales, más los excesivos abusos dentro de las instalaciones turísticas, el desaseo en la comercialización de los terrenos, los desastres ecológicos en el sureste y el narcotráfico operando en las playas emblemáticas del país, el huachicoleo y el contratismo, han dado al traste con las dos piezas estratégicas del desarrollo mexicano.  

‎Para desgracia de ésta y de las futuras generaciones, la producción agropecuaria relegada, las plantas industriales paralizadas y las actividades comerciales en manos extranjeras… 

… y en sociedades secretas donde participan los hijos de AMLO…  

… los hijos y entenados de Romero Oropeza… 

… los hijos de Bartlett… 

 y cuanto hijo de su cuatrotera madre usted se imagine… 

… más la inflación, la ausencia de empleos y el robo generalizado de los presupuestos públicos, han postrado al país.  

Remesas: 33 mil millones de dólares 

Hoy en día, se presume en ene número de informes presidenciales y, claro, en las insufribles “mañaneras” que las remesas que envían tras esfuerzos hercúleos los migrantes en Estados Unidos, expulsados originalmente por el desastroso sistema económico y la corrupción, cargan con el fardo de la pesada marcha de la economía nacional. 

El monto de las remesas de los migrantes ha superado desde hace mucho tiempo a la producción petrolera, al turismo y a la captación de impuestos, frivolizada y desbaratada. Una vergüenza mundial, más cuando se agrega que entre esos recursos externos y el dinero líquido que circula –producto mayoritario del trasiego de estupefacientes– se mueve todo el aparato de compraventa y comercialización. Máxime cuando los beneficiarios cuatroteros dejan a su suerte a los desplazados, quienes sólo importan para el discurso ñoño de la emisión de votos desde el extranjero., 

Y así, México sumó, entre enero y agosto de este 2021 del Señor, la cantidad de 32 mil 930 millones 900 mil dólares en remesas, un aumento del 24,76 % respecto al mismo periodo de 2020 luego de que en el octavo mes del año se llegara a un récord de 4 mil 743 millones 600 mil dólares. 

Y pese a todo no hay avances. Y eso porque la maldita corrupción descalifica cualquier esfuerzo nacional, destruye la iniciativa empresarial y laboral, corrompe las estructuras fundamentales del país, nulifica toda acción, enardece a la sociedad empobrecida y descalifica de entrada cualquier acuerdo o negocio internacional que persiga inversiones o beneficios para los gobernados. 

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