Víctor Hugo Islas Suárez

En mi pasada contribución escribí sobre los apellidos, y alguien me dijo “bueno, si, muy lindo, pero y los nombres, ¿cómo nacieron?” posiblemente debí comenzar por ahí, pero como muchas veces no siempre una cosa lleva a la otra, pero también viceversa.

Imaginemos los primeros grupos de humanos nómadas, o incluso a los primeros asentamientos, ¿cómo hubieras hecho para llamar a la persona que estaba debajo del árbol?, tal vez, ¡hey, hey tú!, “oye tú”, “mumba mumba”, el lenguaje comenzaba a desarrollarse, así que posiblemente nos dimos nombres que tuvieran algo que ver con nuestras facciones, nuestro cuerpo etc.

El origen de los nombres ha sido estudiado por la onomástica, una rama de la lexicología. Los nombres propios suelen elegirse para rendir honor a personas relacionadas con el mismo, como personajes históricos, personas famosas o ancestrales. A lo largo de la historia, los nombres han evolucionado y se han adaptado a las necesidades culturales y sociales de cada época, y aún así no entiendo por qué la “necesidad” de llamar a alguien Brian Kevin o AnivDeRev (saben que es verdad)

Según la Biblia, el Corán y la Torá, el primer nombre del ser humano fue Adán, cuyo significado es “humanidad” las Vedas nombran a Manu. Las primeras culturas nombraban a sus bebés en función de lo que decía el padre la primera vez que los veía. Este sistema primitivo de nombramiento reflejaba la importancia de los primeros momentos de vida y la conexión emocional entre el padre y el hijo, de ahí los nombres como lluvia, nieve, roca (Pedro), Flor etc.

Hoy en día, los nombres pueden venir acuñados ya por la tradición o ser creados para describir una nueva realidad (neologismos). En este último caso, suelen ser generados y escogidos con los criterios preferentes de brevedad y extrañeza, a fin de que la identificación de la persona sea fácil, rápida y clara, además, en muchas culturas modernas, los padres tienen una gran libertad para elegir el nombre de sus hijos. Esto ha llevado a una gran diversidad de nombres, reflejando las tendencias culturales y sociales del momento. (pero no hay que dejarse llevar, por este tipo de tendencias existen Robocop, Terminator, Rambo y muchos peores (es verdad, el registro civil en México tiene una lista de nombres prohibidos, que nace de la existencia de los mismos)

El origen y evolución de los nombres es un reflejo de nuestra historia y cultura. A través de ellos, podemos rastrear las influencias religiosas, históricas y culturales que han moldeado nuestras sociedades, a medida que avanzamos hacia el futuro, es probable que veamos aún más diversidad y creatividad en la elección de los nombres, los nombres seguirán siendo una parte integral de nuestra identidad individual y colectiva.

El nombre es nuestra primer identidad, lo primero que no es dado y es de nuestra propiedad (aunque existan homónimos) y no debería ser dejado a ligera, muchas personas hoy en día cargan ya desde la cuna con el estigma que su nombre precede, y lo digo porque es verdad, los Kevin, los Brayan (así mal escritos) los Brandon, las Yahairas, las Hatziris y las Kymberlis, son muestra vivida de cómo el nombre puede causar una burla y hasta una clasificación de la persona antes de por lo menos conocerle, ir con las tendencias o en contra de ellas puede producir un trauma en las personas, el nombre, el nombre es sumamente importante, deberíamos de preferir un nombre común, que las excentricidades que se postran delante de nosotros, a veces lo que parece gracioso en un momento puede convertirse en una carga para la persona que lo lleva durante toda su vida.