Enrique Escobedo 

Una ocurrencia se define como una idea o pensamiento repentino acerca de una situación. Usualmente es ingeniosa, aguda y en ocasiones original, pero de poca estatura. En cambio, la innovación es un proceso creativo que rara vez tiene que ver con ideas geniales, pues ante todo requiere rigor, disciplina y manejo metodológico a fin de encontrar soluciones serias, rentables, sostenibles.  

Son nociones antípodas debido su definición y algo más, a que en la vida de los Estados son concepciones que determinan la personalidad, el carácter y la integridad del político. Las ocurrencias cuando son graciosas tendemos a festejarlas y las olvidamos fácilmente. Así provengan de personas que tiene cargos y encargos de seria responsabilidad gubernamental. En cambio, la innovación en la Administración Pública exige cualidades vinculadas con aptitudes y actitudes de compromiso al reconocer las demandas y necesidades sociales a fin de responder con eficiencia y eficacia.  

Es también la permanente mejora de los sistemas y procedimientos con el propósito de que los bienes y servicios satisfagan a la sociedad. Por lo mismo, un jefe de Estado innovador planea, ejecuta, construye, cumple con su trabajo y evalúa. El ocurrente suma adeptos que le habrán de festejar sus chistes. Por su parte, el innovador adiciona causas, enarbola proyectos y convoca al trabajo responsable de los sectores de la producción.  

Además de las diferencias aquí señaladas, cabe destacar que independientemente del sentido del humor de los gobernantes, las ocurrencias -ante la falta de planeación- tienden a ser en materia de obra pública, terribles catástrofes debido a que se pierde la visión de mediano y largo plazos. Ya que el ocurrente, además de sentirse ingenioso por el chiste que expresó, se siente inteligente, visionario y espera el aplauso rápido, así como las risas de sus colaboradores.  

La innovación crea una novedad dentro del ámbito del conocimiento, de la ciencia, la tecnología o del arte de gobernar. También genera cambios en las estructuras gubernamentales o, en su caso, funda instituciones avocadas a una determinada materia, recuérdese que en la Administración pública la función crea al órgano. Finalmente es una ventaja porque abre espacios de interacción entre los actores de la vida social, política, económica, jurídica y burocrática.  

Las diferencias son claras, están marcadas por sus singularidades, por la dimensión y el porte de la conducción de la vida nacional. La innovación es una técnica que diseña escenarios, prevé problemas y la resolución oportuna de los mismos. Además, genera herramientas y competencias necesarias para seguir avanzando. 

Es cierto que la innovación tiene muchas de sus raíces en el sector privado, pero encontramos creaciones originales y definiciones propias en la gestión gubernamental. Incluso la historia del país nos habla de profundas reformas administrativas como las emprendidas por Miguel Alemán, Adolfo López Mateos y José López Portillo. Lo cual significa una comprensión de que la reorganización y la reestructuración son andamios del aparato burocrático que son susceptibles de arreglarse en favor del desarrollo nacional antes que desaparecer instituciones de un plumazo solo porque en un momento dado hubo algunos casos de corrupción.  

Es preocupante que las ocurrencias de gobierno sean interpretadas, además, como “línea” de actuación. Hace poco un diputado poblano del partido Morena expresó que los tlaxcaltecas le pidieran perdón a los poblanos por la matanza de Cholula en 1519. Lo cual no es gracioso, pues engendra rencores e incuba el huevo de la serpiente. 

El sentido del humor es agradable y casi siempre bienvenido, pero depende de las circunstancias, del lugar y del tiempo. Lo cual significa que hay que tener sensibilidad social, oportunidad y ser políticamente correcto; más en un político. De ahí que no es un dilema el que planteo, sino una demanda de que se impulse la innovación en la Administración pública y ya no se postergue más debido a que pareciera que lo importante es hacer el chiste, aunque se pierda el sentido del gobierno.