Enrique Escobedo 

El calendario cívico del mes de febrero contiene tres fechas importantes a celebrar. El día 5 es el 104 Aniversario de la promulgación de la Constitución Política que nos rige, el 19 es el día del Ejército y la Fuerza Aérea y el 24 de la Bandera. Son tres conmemoraciones que desde mi punto de vista son elementos de unidad de nuestro nacional. 

La Constitución que nos rige fue aprobada por el congreso constituyente el 31 de enero de 1917, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 5 de febrero y entró en vigor el 1 de mayo. Es cierto que ha sufrido poco más de 700 cambios y solo 22 artículos de los 136 no se han modificado. También es cierto que algunos han sido necesarios y otros han obedecido, tristemente, a coyunturas políticas como cambiar los requisitos para ser senador a cambio de arreglos político-partidistas.  

Por lo que respecta al día del Ejército y la Fuerza Aérea en el año de 1950 el presidente Miguel Alemán instituyó la conmemoración en el marco de recordar que el 19 de febrero de 1913 Francisco I. Madero y José María Pino Suárez fueron obligados a renunciar. Consecuentemente el Congreso del Estado de Coahuila desconoció al usurpador Victoriano Huerta y convocó a las armas en nombre de un ejército constitucionalista que transformaría a nuestras Fuerzas Armadas. 

El día de la Bandera, junto con el escudo nacional y el himno son símbolos que nos representan y unen como nación mexicana. Fue establecido en un principio en 1934 y oficialmente reconocido por decreto del presidente Lázaro Cárdenas en 1940. 

Los especialistas en temas constitucionales nos explicarán las razones de los cambios que el texto original ha sufrido y nos demostrarán una vez más, lo aberrantes que han sido algunos. Empero coincidirán en que, por un lado, sociedad y gobierno no somos capaces de ser congruentes y vivir apegados al espíritu de democracia y justicia social. Por el otro también concordarán en que seguimos con gobiernos ajenos al Estado de Derecho, ya que precisamente la clase política es la más omisa a apegarse a los ideales de 1917. Sin embargo, insisto en que lo que festejamos es el sentido a dichos ideales y no dejar que un millón de mexicanos murieran en vano. Honrar la Constitución es comprender y transmitir a las próximas generaciones que la Patria es el patrimonio material, de principios y de valores que nuestros antepasados no heredaron a fin de que les transmitamos a las futuras generaciones un mejor futuro.  

El Ejército Mexicano y la Fuerza Aérea tienen una configuración, un carácter y una identidad que los ha distinguido de las Fuerzas Armadas de un gran número de países de Latinoamérica. Es cierto que podemos encontrar hechos y violaciones a los Derechos Humanos aislados que reprobables, pero es una de las instituciones más pulcras y reconocidas por el pueblo de México. Hoy existen voces que se levantan en contra de la “militarización” del país, pero esa es decisión del actual gobierno civil, no de las fuerzas armadas. Aún más, militarizar tiene, al menos tres acepciones, que el gabinete tenga un número importante de militares, un ejército de ocupación y leyes que distinguen y obligan a los civiles a plegarse ante las fuerzas armadas; nada de eso ocurre.   

Finalmente, los símbolos patrios son producto de nuestra historia y sus sincretismos. En efecto, hay quienes critican a las banderas de las naciones, sus himnos y escudos y los tildan de fetichismos. Pero la gran mayoría de la humanidad vive en estados-naciones y reconocen sus respectivos pendones. Lo cual se debe a una característica que los sociólogos llaman necesidad de identidad y unidad a fin de poder sobrevivir y aspirar a vivir con calidad de vida. 

Independientemente de los partidos políticos, los gobiernos han entendido la importancia de conmemorar esas fechas y otras. Recordar, honrar y celebrar es un esfuerzo social general, pues los hechos históricos son algo más que hechos, están teñidos de humanidad.