- Es clara la estrategia del Ganso: Reventar instituciones, economía y el tejido social del país
Miguel A. Rocha Valencia
Más allá de lo que le ordenen al auditor Superior de la Federación para intentar imponer los “datos” del Mesías tropical acerca de la actual administración, el hecho contundente es que debemos despedirnos de los sueños de crecer como país.
Por el contrario, si el Ganso de Macuspana logra consolidar el proyecto de la 4T, habremos regresado a la etapa del caudillismo absoluto donde solo la voz del tirano dice la verdad y hasta la hora del día. Y eso, nos hará más sumisos y maleables a las órdenes del amo. A cambio se garantizarán las dádivas neoliberales y populistas que compran voluntades y libertades.
Pero antes que eso llegue y se intente amordazar la libertad (no lo van a lograr) o desacreditar a medios y periodistas, debe quedar claro que el pontífice de la Cuarta ya reveló su estrategia que consiste en destruir no sólo a las instituciones sino todo lo que represente un avance de anteriores administraciones, sin dejar piedra sobre piedra del antiguo régimen para alzarse como el salvador de México.
Para ello también intentará terminar con todo aquello que no pueda controlar ya sea por ley, amenaza, compra o chantaje y en ello va incluso el sector empresarial, que hoy podría servir para paliar las crisis de salud, seguridad y economía, que cuestan cerca de 350 mil muertes de Covid-19, 75 mil asesinatos, creciente imperio de la violencia, retroceso del PIB en 11 por ciento, fuga de capitales por cerca de 30 mil millones de dólares y la pérdida de la confianza internacional.
Le estorba al caudillo tabasqueño la presencia de poderes que no puede controlar como es la inversión, así pasó en Venezuela y así sucedió en Cuba o China, hasta que se dieron cuenta que sin la iniciativa privada no podrían fortalecer sus economías, generar empleo y consolidar regímenes sin ideología, pero autoritarios.
Porque allá, no hay izquierda o derecha, sino la suma de intereses que permiten a unos, mantenerse en el poder y a los otros, seguir acumulando riqueza. De tal suerte que al antiguo proletariado sólo le toca poner lo de siempre, la mano de obra.
Pero al aldeano que gobierna México no se le prende el foco, sumido en su miseria intelectual, sólo ve el desquite como paliativo a sus frustraciones y por ello, la destrucción de todo lo que no es suyo le satisface. No hay para qué avanzar, se queda en los prolegómenos de una izquierda trasnochada que extrapola al proletariado que debe obedecer y el poder político absoluto, unívoco que manda.
¿Quién manda en México? Claro, el oráculo de Palacio Nacional que no acepta réplica a sus decisiones, condenas, verdades y datos. Es la Ley, es el ganso cuya voluntad se impone por sobre la razón, la Constitución y las instituciones. Quien lo niegue, será sometido por las buenas o las malas. Claro, hay y habrá muchas resistencias y oposiciones como medios de comunicación independientes, periodistas y tal vez algunos políticos.
Los números por más que quiera el caudillo, ahí están, incluyendo la quiebra de Pemex con casi dos billones de pesos en pasivos, pérdidas que superan los 600 mil millones y un futuro cada vez más oscuro por cuanto a la decisión mundial por erradicar los combustibles fósiles y buscar energías limpias, renovables.
Podrá callar a la Auditoría Superior de la Federación, amenazar y hasta correr a su titular, pero la opacidad y corrupción de este régimen, crece. Todos los días se conocen nuevos escándalos que se reparten miembros del gabinete, familiares del Ganso y sus cuates, compadres y hasta funcionarios de tercera fila. Desde el principio llegaron a robar, urgidos por salir de su pobreza intelectual y económica.
De la austeridad nadie se acuerda en el gobierno. Los datos de Transparencia Presupuestaria revelan que eso fue sólo una promesa, una buena intención, ya que tan sólo en las partidas por Servicios Generales, Materiales y Suministros, en vez de gastarse los 166 mil millones presupuestados, se erogaron 672 mil 534 millones de pesos.
Pensaban que, de acuerdo al decreto presidencial de abril del 2020, sólo se gastaría el 75 por ciento de los 166 mil millones, pero en realidad gastaron 500 mil más, y lo curioso es que no todo ese monto está soportado, el 80 por ciento fue asignado de manera directa y no se puede comprobar su ejercicio justificado.
Es igual que el billón y medio de pesos que dice López Obrador que ahorró del presupuesto o recuperó de impuestos. Nadie sabe dónde quedaron pues gracias al apoyo de la mayoría del Congreso federal, él, el líder moral de la 4 T determinó donde gastarlo, sin estar obligado a comprobar o justificar.
Y todavía faltan los 200 mil millones que afirma el Mesías de Macuspana que habrán de regalarse a través de programas clientelares antes de las elecciones. ¿Quién vigilará su entrega y que no sean para apoyar a candidatos de Morena y sus aliados?
Mientras, el país hundiéndose, ancianos amontonados en las calles en busca de una vacuna salvadora que no llega, mientras miles siguen muriendo o contagiándose. ¿La economía? Qué importa, entre peor esté, mejor para la Cuarta.