• Ninguna promesa de campaña cumplió y hunde al país en su peor crisis 

Miguel A. Rocha Valencia 

Ni por dónde empezar. Los números revelan una realidad atroz para los mexicanos, especialmente para aquellos que menos tienen y hoy deben conformarse, no todos, de subsistir de la limosna gubernamental a costa del deterioro de los servicios públicos como la salud. 

El pejelagarto, así le decían en 18 años de campaña, ofreció terminar con una corrupción que hoy, se hace más evidente, grotesca y grosera que en los regímenes de la “mafia en el poder”: dijo que terminaría con la violencia y el reporte indica que hay más muertos que nunca, en 19 meses 56 mil asesinatos, además, presume amistad con la familia del capo más peligroso del país, la del Chapo Guzmán.   

Su estrategia de seguridad, basada en el “amor y paz”, “abrazos y no balazos”, no da frutos, pero López demuestra su amistad con los hijos y mamá del capo sinaloense y hasta se fotografía y filma con el rey del narcocorrido, ahí, en tierras del Chapo. 

A cambio, la violencia del crimen organizado aumenta y se apodera de más territorios de la geografía nacional masacrando a quien se interpone o exhibiendo a las fuerzas armadas, que lastimosamente hoy reciben, a cambio del honor militar, la entrega de diversos negocios como obra pública, puertos, aeropuertos, traslado de remesas y más dinero que otras dependencias. Ahí, los recortes y “ahorros” presidenciales no existen. 

Ofreció crecimiento del PIB por arriba del cuatro por ciento y llevamos año y medio en recesión real y como buen demagogo, establece a su personal criterio, nuevos métodos de medición, que ya no serán desarrollo o expansión económica, sino del bienestar. Tal vez por eso mantiene mayor número de zánganos con dinero de quienes sí trabajan. 

Dijo que habría transparencia en el gasto público y, sin embargo, tiene padrones de programas y acciones asistenciales donde se ha demostrado que hay corrupción, no son verificables, auditables, existen desvíos y agandalle por parte de los súper delegados federales en los estados y los “Siervos de la Nación” en todos ellos, incluyendo Sembrando Vida, Jóvenes construyendo el futuro y hasta en beneficiaros que no existen. 

Aquí habría que agregar la entrega directa de contratos, fin de licitaciones, el reparto entre cuates, compadres y familiares de los nuevos funcionarios públicos de concesiones de obra, servicios, materiales, medicamentos, equipos y demás proveedurías. 

Así está el 78 por ciento del gasto público, en tanto secretarios de estado, iniciando por el jefe de la oficina de la Presidencia, Alfonso Romo Garza, desenmascarado por el mismo secretario de Medio Ambiente; la titular de Energía, Rocío Nahle, la de la Función Pública Irma Eréndira, el director del IMSS, Zoé Robledo, el director de la CFE, Manuel Bartlett y su hijo del mismo nombre, el ex encargado del Banco del Bienestar, Rabindranath Salazar, Ana Gabriela Guevara titular de la Conade y todos sus cuates que crearon empresas para recibir contratos directos, enterrando la licitación como arma para transparentar procesos que se volvieron cochupos.  

Dijo que salvaría a Pemex y no sólo no aumenta producción, sino que reporta pérdidas por arriba de los 600 mil millones de pesos, pero a cambio le mete a una refinería que ecológicamente y financieramente, no debió construirse en los manglares de Dos Bocas y Paraíso, Tabasco.  

Ni hablar de salud, donde a pesar de todo, incluyendo la pandemia, subsiste el subejercicio. Tan sólo el IMSS dejó de gastar en medicamentos, equipos y contrataciones, más de 13 mil millones de pesos. Por eso la estrategia de “aplanar la curva”.  

Incluso a sabiendas de que ya venía el mal, no reaccionaron y decidieron que la gente enfermara y muriera “los que fueran” hasta en tanto se reconvertían personal e instalaciones o se alcancé inmunidad de rebaño.  

Fracaso absoluto. Al 31 de marzo pasado, había menos de 100 muertos por COVID-19; cuatro meses después, son más de 50 mil “oficiales” a los que deben sumarse los del subregistro que la misma autoridad reconoce.

La economía caída, la inversión huida, el empleo por los suelos y un país en caos. Y ante ello, se ocurrió al Peje un escándalo mediático con Lozoya y lo que escupa a cambio de su libertad, como si con ello pudiera salvar el fracaso de la Cuarta.