Miguel Ángel López Farías

Nada ha sido igual desde que el presidente de México regreso de Washington, molesto, rabioso en contra de los gringos, revelando que el “jalón de orejas” fue monumental. A las horas de pisar suelo en la CDMX, el milagro de la aprehensión de Caro Quintero se dio generando la sospecha de que la vicepresidenta kamala Harris golpeó fuerte la mesa viendo de frente a López Obrador.

Vino después el acelerón del mandatario mexicano con lo de la guardia nacional y el nuevo traje verde olivo para esa fuerza policiaca… de qué tamaño es la exigencia de Biden que aquí se busca militarizar al país ¿Con qué amenazaron los gringos al rey del chantaje como para que de pronto tome la ruta que tanto criticó a Felipe Calderón cuando este era presidente? 

Diversos expertos en seguridad nacional nos han confirmado que el gobierno de López Obrador comenzó a dar un viraje al endurecer las estrategias en contra de algunos cárteles, guardándose aquello de “abrazos y no balazos”.

Un “apretón” que ya generó un enjambre de violencia y terror durante toda la semana pasada en Chihuahua, Jalisco, Guanajuato, Michoacán y Baja California y que eleva la sospecha de que esto habrá de crecer conforme se vaya asentando el ultimátum de la Casa Blanca… sobra decir que el ejemplo de Colombia en los 80’s y la explosión de muertes y ataques producidos por los cárteles de Cali y Medellín fue proporcional a el reclamo de Ronald Regan ante la metástasis del narco en toda la vida de Colombia.

Un espejo que aquí, el presidente no ha querido ver y que contrario a entrarle a fondo a el problema, permitió que la epidemia de sangre y violencia se apropiara del país entero… y algo mucho peor, entregó en gran medida, los resortes de diversos niveles de gobierno a operadores de los cárteles, tal es el caso del “rey del huachicol” Sergio Carmona Ángulo, un siniestro personaje que fue asesinado en diciembre del año pasado y que investigaciones de la DEA lo ubican como financiador del partido Morena, incluyendo a Mario Delgado, quien fuese transportado en el avión del rey del huachicol al igual que el entrante gobernador de Tamaulipas, Américo Villareal.

Las consecuencias de no haberse “casado” con el Estado de Derecho y optar por la figura del dejar hacer y dejar pasar, potenciado por los lazos que se han creado entre políticos de morena y los jefes del narco, llevaron a el país a este pozo y para quienes saben, no queda más camino que el de la aplicación de la fuerza militar con las consabidas consecuencias de un recrudecimiento de las posiciones de los criminales… el narco terror como salida para buscar poner de rodillas a los gobiernos.

Al presidente le quedan menos de dos años, es muy poco tiempo para girar el timón y evitar que la nave se siga estrellando en los arrecifes. Sin ruta, sin tiempo, sin una idea propia más que copiar el camino andado por sus antecesores, no nos queda ningún panorama alentador para los próximos meses, excepto, solo, solo excepto decidan en Washington enviar a sus marines a poner orden en su traspatio.