Bernardo López 

Lo que sucedió en Chile debería ser un llamado de atención para los aspirantes que quieren contender por la Presidencia de la República en México, porque, en una segunda ocasión, los ciudadanos del país sudamericano rechazaron las ideas de la perversa “agenda progre” que quieren imponer en Occidente. 

El Partido Republicano –de extrema derecha– logró imponerse en la elección del Consejo Constituyente, además que tendrá la capacidad de vetar el avance de las normativas del proyecto de carta magna, que será puesta a consideración de los ciudadanos en diciembre próximo. 

Este proceso en Chile se originó por un estallido social en 2019, en contra del entonces presidente Sebastián Piñera. En octubre de ese año, millones de personas de todos los estratos sociales salieron a las calles a demandar reformas para abatir la desigualdad. 

Fue en septiembre del año pasado que se presentó –en un primer intento– un proyecto de constitución, con el objetivo de suplir a la carta magna pinochetista, sin embargo, fue rechazada por los electores chilenos, quienes manifestaban su aversión a una “Constitución Socialista”.  

En este segundo proceso constituyente, las ideas de extrema izquierda volvieron a ser repelidas, mientras la extrema derecha y el centro derecha tendrán mayor oportunidad de diseñar el proyecto. 

Este fenómeno social en el país sudamericano se ha replicado en varios países de la región, donde no satisfacen las ideas de una izquierda distorsionada, sino de propuestas que tienden al centro izquierda o centro derecha. 

Los proyectos de inclusión, protección al medio ambiente o salud deben ser pensados para el mayor número de ciudadanos, donde los grupos minoritarios tengan cabida, pero sin que se intenten imponer sus ideas al grueso de la población. 

El presidente Obrador dijo que la 4T podría tener un “corrimiento” al centro, luego de señalar que la oposición tiene la “ilusión” de que ya termine su sexenio; el comentario debe ser tomado en cuenta por aquellos que quieren la silla presidencial.  

Muchos de los suspirantes apoyan ideas de la “agenda progre”, sin embargo, deberían tener cuidado porque la gran mayoría de los electores no le agrada ese tipo de propuestas y preferirá a alguien que le garantice estabilidad. Los discursos no deberán girar en torno de imponer la ideología de género, deformación de la familia o modificar las costumbres, sino en mejorar la economía y la educación, pues las personas aspiran a una mejor calidad de vida, con recursos suficientes para comer y entretenerse.