Ivette Estrada

El tiempo, sólo el tiempo, dicen que sana todo, pero no es cierto. Es la actitud lo que modifica tu realidad y conforma otra verdad, tal vez más armoniosa, amorosa o dulce, tal vez con una gran dosis de conciencia y verdad. Pero el tiempo nos da otro don,  no apreciado y muchas veces desdeñado: nos hace “viejos”.

En las culturas orientales, tal como ocurría en antiguas tribus, se veneraba a los ancianos. Eran ellos los jefes de las decisiones comunales y quienes aconsejaban sobre temas trascendentales de gobierno y de vida. Después, paradójicamente, se desdeñó la experiencia y la historia. Se catapultó lo inmediato., se encumbró el instante, la novedad, lo juventud y lo nuevo.

Comenzaron estereotipos de la belleza y lo bueno centrados en los pocos años. Se rindió pleitesía a lo recién creado, se cambió bagaje por superficialidad, esencia por apariencia…el oro se canjeó por espejitos insulsos y frágiles. Lo “viejo” se anquilosó y despreció. No sólo cosas: también personas.

Las empresas comenzaron a contratar personas menores de 35 años. Idearon como sacar de las firmas a los “mayores”, el mundo laboral comenzó a llenar sus puestos directivos con profesionistas recién graduados mientras a las generaciones “baby boomer” y “X” se les echó a la calle.

Pero no sólo eso: la voz de los mayores se desestimó en todos los núcleos sociales, incluso en los hogares. La opinión de los “viejos” se desestimó de inmediato…también sus anécdotas, sueños y aportaciones trascendentales, como sus valores. Tener más de 50 años se convirtió en el peor “pecado” en una sociedad insulsa donde se asume que la juventud es inmortal y todo lo puede.

No en vano, los adultos mayores, como se denomina eufemísticamente a los que tienen 60 o más  años, se convirtieron en presa fácil de los defraudadores y timadores. Incluso de políticos que los usaron para ganar votos, después abandonaron los programas sociales para apoyar a esta población de más de 30 millones de mexicanos.

¿Qué deja el tiempo, sólo menosprecio, canas y huesos debilitados? Si dejamos de lado la mentalidad imperante en una sociedad, los prejuicios conformados por intereses obscuros, como el consumismo o la irracionalidad para ejercer el dominio poblacional, podemos rescatar todo lo que nos lega el tiempo. Sabiduría es lo principal.

La sabiduría es el conocimiento con amor. No son datos, cifras o información sin sentido. Se trata de un enorme caudal de hechos, historias y estudios que pueden resolver problemas y paradójicamente ser cimiente de cosas y perspectivas nuevas. Pero además, se trata de una riqueza en la que predomina el afán de que todo lo aprendido y vivido se emplee para buenas causas, que permita abatir el sufrimiento y al mismo tiempo, hacer felices a los “otros”, a todos.

La sabiduría también es la llavea la emoción perfecta: la serenidad y el desapego. Paulatinamente cesa el deseo de poseer más cosas materiales o controlar personas o situaciones. A medida que pasa el tiempo crece el autorespeto y el sentido de dignidad propio y el de los demás. La sentencia de “todos somos uno” cobra entonces sentido.

Si tienes más de 50 años, como la mayoría de las personas que amo y mis amigos, te pido por favor que compartas qué es lo mejor que te ha dejado el tiempo…Dios contigo.